jueves, 19 de junio de 2008

Adicción al sexo


Y a mí que todo esto de la adicción sexual me huele a chamusquina y a excentricidad de estrella de Hollywood... Como los psiquiatras para perros o las sandías cuadradas.
No en vano, en las laderas de la soleada Meca del Cine, de la noche a la mañana (como suelen pasar estas cosas), los casos de adictos al sexo se fueron multiplicando hasta adquirir tintes de epidemia entre lo más variopinto del universo cinematográfico.
De la misma manera que cuando eras pequeñito y te sacaba la maestra a la pizarra para preguntarte la lección, tú no habías estudiado y te inventabas una excusa como que tu madre te había mandado a un recado, de pronto más de un actor, tras ser descubierto poniendo los cuernos a su pareja, quedaba muy bien y demostraba tener una vida interior intensa y atormentada diciendo en las entrevistas que sufría un problema de adicción al sexo pero que, con la ayuda de Dios y un buen psicólogo, pensaba superar el trance. Y tan pancho.
La consideración del sexo como algo nocivo o perjudicial subyace en el fondo de toda esta cuestión. En la actualidad, la noción de pecado no resulta muy efectiva a la hora de controlar la energía sexual de muchas personas. En cambio, hablar de un problema mental es bastante más cómodo e inmediato, sobre todo como amenaza o instrumento de presión.
Ahora que ya nadie cree que la masturbación provoca ceguera o que te salgan pelos en las manos, amedrentar al personal con el fantasma de las adicciones es más eficaz. Y eso que, últimamente, la palabra de marras, adicción, se emplea, a mi juicio, con excesiva alegría o ligereza. Basta sólo pensar en quien habla de la presunta adicción al trabajo o al chocolate. O sea, que un problema psicológico de autoestima, un trastorno alimenticio o una personalidad compulsiva se resumen de una manera práctica con el consabido término peyorativo de 'adicción'.
Como sucede con otros muchos aspectos de la sexualidad humana, los psicólogos y sexólogos no terminan de ponerse de acuerdo a la hora de certificar o no la existencia de la adicción al sexo, llamada también hipersexualidad, en sustitución de viejos conceptos como 'ninfomanía' (para ellas) o 'satiriasis' (para ellos). Para algunos ésta existe y se caracteriza por la necesidad incontrolable de practicar sexo de todo tipo, ya sea con otras personas o en solitario, acompañada de una gran dosis de remordimiento o culpa del afectado después de haberse desahogado sexualmente.
Que conste que estamos hablando de personas cuya actividad sexual interfiere en sus quehaceres diarios. No de momentos puntuales en los que uno está más salido que el pico de una mesa, como se suele decir... Sin embargo, para otros psicólogos, todos estos comportamientos sexuales exacerbados no son más que una manifestación más de otros problemas psicológicos derivados de un conflicto de autoestima, trastornos bipolares o consumo de drogas. Además, situar el umbral del deseo sexual patológico es muy complicado, puesto que éste obedece a razones personales (no todos somos igual de ardientes, ni lo somos siempre igual a lo largo de nuestra vida) o culturales. Con lo cual, el debate está servido.

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